Domingo de Pentecostés

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Liturgia de la Palabra- Domingo de Pentecostés

Himno

 

Espíritu Santo, Ven

            Pueden escuchar el canto en YouTube aquí

 

Espíritu Santo, ven, ven,

Espíritu Santo, ven, ven,

Espíritu Santo, ven, ven

en el nombre del Señor.

 

Acompáñame, ilumíname,

toma mi vida.

Acompáñame, ilumíname,

¡Espíritu Santo ven!

 

Santifícame, transfórmame,

Tú cada día.

Santifícame, transfórmame,

¡Espíritu Santo, ven!

 

Resucítame, conviérteme,

todos los días.

Glorifícame, renuévame,

¡Espíritu Santo, ven!

 

Acompáñame, transfórmame,

toma mi vida.

Ilumíname, condúceme,

¡Espíritu Santo ven!

 

Ricardo Mishler, ℗ 2011 OCP. Usado con permiso.

 

Introducción

Todos se persignan con la señal de la cruz diciendo, “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Líder:               Alabemos a Dios, quien llena nuestros corazones y nuestro hogar con la paz.

Bendito sea Dios por siempre.

Todos responden:        Bendito sea Dios por siempre.

Canten o reciten el Gloria juntos:

 

                        Gloria a Dios en el cielo,

y en la tierra paz a los hombres que ama al Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,

te damos gracias,

Señor Dios, Rey celestial,

Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único, Jesucristo;

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;

tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;

tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;

tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros;

Porque sólo tú eres Santo,

sólo tú Señor,

sólo tú Altísimo, Jesucristo,

con el Espíritu Santo

en la gloria de Dios Padre.

Amén.

 

Líder:               Oremos.

Dios eterno y todopoderoso,

que quisiste que la celebración del sacramento de la Pascua

perdurara a lo largo de estos cincuenta días,

haz que todos los pueblos de la tierra, en otro tiempo dispersos,

superada la multiplicación de lengas,

confiesen unánimes

la gloria de tu nombre.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios por los siglos de los siglos.

Lecturas

Se recomienda que alguien que no sea el líder proclame las lecturas del día de una Biblia.  De lo contrario, las lecturas diarias se pueden encontrar en http://www.usccb.org/bible/lecturas/

Primera Lectura: Hechos 2, 1-11

Salmo Responsorial: Salmo 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34

Respuesta (todos juntos):         Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.

Bendice, al Señor, alma mía;

Señor y Dios mío, inmensa es su grandeza.

¡Qué numerosas son tus obras, Señor!

La tierra está llena de tus creaturas.

Respuesta (todos juntos):         Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.

Que Dios sea glorificado para siempre

y se goce en sus creaturas.

Ojalá que le agraden mis palabras

y yo me alegraré en el Señor.

Respuesta (todos juntos):         Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.

Si retiras tu aliento,

toda creatura muere y vuelve al polvo.

pero envías tu espíritu, que da vida,

y renuevas el aspecto de la tierra.

Respuesta (todos juntos):         Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.

Segunda Lectura: 1 Corintios 12, 3b-7. 12-13

Evangelio (Todos se ponen de pie para la lectura del Evangelio. Un laico omite el saludo, “El Señor esté con ustedes” y procede a “Una lectura del santo Evangelio según San…”): Juan 20, 19-23

Reflexión sobre las lecturas

Esta semana tenemos una reflexión del Obispo William F. Medley:

“Las puertas estaban cerradas”

“Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos”.

Durante las últimas semanas, mientras el Pueblo de Dios ha concluido el tiempo de Cuaresma, ha observado el Domingo de Ramos y la Semana Santa, ha recordado la Cena del Señor el Jueves Santo, la Pasión del Señor el Viernes Santo y la Resurrección en la Vigilia Pascual y Domingo de Pascua, lo hemos hecho a puertas cerradas. Incluso si las puertas no hubieran estado literalmente cerradas, celebramos sin la “presencia real” de la gente en nuestras iglesias. Las celebraciones continuaron con los sacerdotes, y unos pocos ministros y muchos aprendimos por primera vez lo qué era una transmisión en vivo. Y fue bueno, pero no es lo mismo.

Durante este tiempo, las familias también han quedado afuera. Los residentes de asilos de ancianos han pasado meses sin un solo visitante. Los abuelos y los nietos han quedado separados físicamente, aunque vivan cerca.

Los jóvenes, seres muy sociales en su mayor parte, han estado intencionalmente distantes unos de otros. En los lugares donde sí se nos permite reunirnos, se nos ha pedido y, en algunos casos, se nos ha requerido que usemos una cubierta sobre nuestras caras, usar mascarilla. Otra forma de estar encerrados.

Incluso para los más privados de nosotros, estas restricciones han sido una carga. Sí, las restricciones se adoptan por caridad y con el asesoramiento de profesionales de la salud. Desde la caridad y la preocupación por los demás nos acatamos a los lineamientos.

En la historia del mundo moderno no hay algo igual a lo que estamos experimentando. Sí, hubo una gran pandemia de gripe después de 1918 al final de la Primera Guerra Mundial. Decenas de millones se enfermaron y millones murieron por la gripe.  Es difícil comparar el mundo de 1918 con el mundo de 2020. La comunicación y los medios de comunicación han cambiado el rostro del mundo. Los avances en la ciencia y la medicina han cambiado al mundo, ciertamente creemos para mejor, incluso si eso no ha producido una cura o vacuna hasta la fecha.

Entonces, en este 2020 tenemos nuestras propias puertas de todo tipo cerradas. En la medida en que nuestras puertas cerradas, las mascarillas y el distanciamiento han ayudado a frenar la propagación de un virus terrible, estamos agradecidos.

En este Pentecostés, y en medio de una pandemia, quiero que recordemos que las puertas cerradas del cenáculo no es la historia completa. Sí, las puertas estaban cerradas. Los discípulos tenían miedo.  Sus temores no eran sin fundamento.  La amenaza era real.

Pero la siguiente línea del evangelio tiene paralelos para nuestros días. Puertas cerradas. “se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’.

Dicho esto, les mostró las manos y el costado.” La marca de los clavos de sus manos. La herida abierta en su costado.  Signos de la crucifixión. Signos de dolor. Signos de muerte. Sus miedos eran reales.

¿Y qué hicieron los discípulos? ¿Se miraron unos a otros de modo acusador y dijeron: “Mira, te lo dije.”?  No, los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor. Lo que llevó a Jesús a decir nuevamente: “La paz esté con ustedes”.

Una puerta cerrada no podía mantener afuera al Jesús resucitado.   Los corazones temerosos y cerrados no podían mantener a Jesús afuera. En ese instante, con un signo tan vulgar como heridas corporales, los discípulos se regocijaron.  Ahora tenían muchas explicaciones que hacer. ¿Dónde estaban cuando Jesús más los necesitaba? ¿Dónde se encontraban cuando Jesús gritó de dolor cuando sus manos y pies fueron clavados? ¿Dónde estaban cuando no tenía fuerzas para gritar, o cuando una espada le atravesó el costado?

Pero estas preguntas de “¿dónde estaban?” no estaban en la mente de Jesús.  Su mensaje: paz y misericordia. Y extrañamente se nos dice que Jesús sopló sobre ellos. Sin mascarilla, sin distanciamiento físico. Sino la promesa cumplida, “Reciban el Espíritu Santo”.

Las puertas cerradas no podían mantener a Jesús afuera. Los corazones cerrados y temerosos no podían mantener a Jesús afuera.  Los discípulos en sus horas más oscuras no estaban más allá del alcance de Dios.  Y el mundo dominado por la pandemia no está más allá del alcance de Dios.  Tampoco lo ha estado desde que comenzó esta prueba. El costo humano es inmenso. Cientos de miles han muerto en todo el mundo, más de cien mil incluso dentro de nuestra nación. Millones y millones han sido infectados.   Y se multiplica eso una y otra vez, decenas de miles de millones de personas han visto sus vidas cambiar drásticamente por la pérdida de seres queridos, la pérdida de la seguridad económica, la pérdida temporal de las libertades que apreciamos. La pérdida de nuestro lugar en la iglesia. La pérdida del Cuerpo y Sangre de Cristo como nuestro alimento.

Pérdidas seguramente. Reales. Dolorosas. Pero ni por un minuto estábamos más allá del alcance de la paz y la misericordia de Dios. Incluso en la ausencia de recibir la Sagrada Comunión, la Iglesia nos aseguró que a través de la comunión espiritual todavía recibimos a Jesús en nuestros corazones y nuestro ser. ¿Se sintió lo mismo? No. Pero era real, la Presencia Real.

“Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la faz de la tierra”. Aunque nunca estamos separados del alcance de Dios, imploramos que Dios, quien ofrece la paz, envíe al Espíritu Santo para renovar nuestra tierra, sanar nuestras enfermedades y desechar nuestro miedo.

+ W.F. Medley

Además, también puede encontrar reflexiones en inglés en video de la USCCB sobre las lecturas aquí: http://www.usccb.org/bible/reflections/.

Tomen un período de silencio para reflexionar sobre la Palabra de Dios.  A lo mejor les gustaría hacer las siguientes preguntas:

                        ¿Qué palabra o frase toca su corazón?

                        ¿Cómo pueden aplicar este mensaje a su vida diaria?

Oración de los fieles

Líder:               Como Dios nos otorga el don de su propia vida, al impartir el Espíritu Santo, acerquémonos a él con oraciones inspiradas por el Espíritu Santo. Acerquémonos a él, vivos y libres en la divina presencia.

Ustedes o los miembros de su familia pueden ser invitados a decir sus intercesiones en voz alta, a lo que todos responden: “Señor, escucha nuestra oración”.  Sería bueno incluir una oración por el fin de la pandemia del coronavirus y un regreso a la Eucaristía dominical pública.

Líder:               Padre todopoderoso, recibe estas oraciones de un pueblo unido por el Espíritu Santo, que siempre habita dentro de nosotros. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Respuesta:       Amén.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío,

que estás real y verdaderamente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo, en este momento, recibirte sacramentalmente,

más ya que no puedo

hacerlo sacramentalmente,

ven, por lo menos, espiritualmente a mi corazón.

Te abrazo como si ya estuvieras ahí, y me uno completamente a ti.

No permitas que me separe de tí. Amén.

Acto de Acción de Gracias

Hagan una oración de acción de gracias. Esta puede ser su propia oración personal de acción de gracias, un cántico de alabanza de las Escrituras, o pueden elegir uno de los siguientes Salmos: Salmo 100; Salmo 113; Salmo 118, 1-4. 19-29; Salmo 136; Salmo 150

Rito de conclusión

En solidaridad con nuestra diócesis, aquí podrían incluir la oración del Papa Francisco a María por la protección contra el coronavirus encontrada al comienzo del Suplemento de Oración de la Diócesis de Owensboro.

Líder:               El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.

Todos se persignan con la señal de la cruz.

Respuesta:       Amén.

Como una opción aquí, podrían agregar “Démonos un signo de la paz” extendiendo un signo de la paz de Cristo a sus seres queridos mediante un abrazo, un beso o lo que sea más apropiado para su situación.

Himno

Iglesia Peregrina

            Escucha el canto en YouTube aquí

 

Todos unidos formando un solo cuerpo

Un pueblo que en la pascua nació

Miembros de Cristo en sangre redimidos

Iglesia peregrina de Dios

 

Vive en nosotros la fuerza del espíritu

Que el hijo desde el Padre envió

Él nos empuja nos guía y alimenta

Iglesia peregrina de Dios

 

Somos en la tierra

Semilla de otro reino

Somos testimonio de amor

Paz para las guerras

Y luz entre las sombras

Iglesia peregrina de Dios

 

Cesáreo Gabaráin, ℗ 2011 OCP. Usado con permiso.