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Liturgia de la Palabra
4° Domingo de Adviento
Himno
Que se abran los cielos
Escuchen el canto en YouTube aquí
Que se abran los cielos y que llueve el redentor.
¡Maranatha! Que llueva el Salvador.
Oye nuestra súplica, perdona nuestra culpa,
Ven a salvarnos, ¡ven, Señor!
En todos los tiempos se escuchan las plegarias;
Ya no te tardes, ¡ven, Señor!
Seca nuestras lágrimas, conviértelas en gozo,
Ven a nosotros, ¡ven, Señor!
Eleazar Cortés. ℗ 2011 OCP. Usado con permiso.
Introducción
Todos se persignan con la señal de la cruz diciendo, “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Líder: Alabemos a Dios, quien llena nuestros corazones y nuestro hogar con la paz.
Bendito sea Dios por siempre.
Todos responden: Bendito sea Dios por siempre.
El Gloria no se canta durante el Adviento.
Líder: Oremos.
Te pedimos, Señor, que infundas tu gracia
en nuestros corazones,
para que, habiendo conocido, por el anuncio del ángel,
la encarnación de tu Hijo,
lleguemos, por medio de su pasión y de su cruz,
a la gloria de la resurrección.
Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Lecturas
Se recomienda que alguien que no sea el líder proclame las lecturas del día de una Biblia. De lo contrario, las lecturas diarias se pueden encontrar en http://www.usccb.org/bible/lecturas/.
Primera Lectura: 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Salmo Responsorial: Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
Respuesta (todos juntos): Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
y daré a conocer que su fidelidad es eterna,
pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre
y mi lealtad, más firme que los cielos.
Respuesta (todos juntos): Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Un juramento hice a David, mi servidor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente’.
Respuesta (todos juntos): Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Él me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,
el Dios que me protege y que me salva’.
Yo jamás le retiraré mi amor,
ni violaré el juramento que le hice”.
Respuesta (todos juntos): Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Segunda Lectura: Romanos 16, 25-27
Evangelio (Todos se ponen de pie para la lectura del Evangelio. Un laico omite el saludo, “El Señor esté con ustedes” y procede a “Una lectura del santo Evangelio según San…”): Lucas 1, 26-38
Reflexión sobre las lecturas
Esta semana tenemos una reflexión de Eathan Johnson, feligrés de la Iglesia Católica San Lorenzo en Knottsville:
“…el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1,35). Algo que a nadie le gusta en la vida es cuando alguien o algo cubre con su sombra a nosotros y a nuestros logros. Este domingo, Dios nos pide que nos humillemos ante Él para que nos cubra con su sombra. En la primera lectura de 2 Samuel, el Señor se acercó al profeta Natán y le dijo al rey David: “¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa, para que yo habite en ella?” (2 Samuel 7,5) Dios dice, “Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel…acabaré con tus enemigos” (2 Samuel 7,8-9). En otras palabras, Dios está diciendo: “Yo he hecho todas estas cosas y yo haré aún más por ti y por todo mi pueblo”. Dios está usando un momento en la historia del rey David para recordarnos que todos los logros de David, una de las figuras más grandes del Antiguo Testamento, se han debido únicamente a Dios.
En la lectura del Evangelio de Lucas, Gabriel se acerca a María y la saluda diciendo: “Alégrate, llena de gracia” (Lucas 1,28) que también se puede traducir como “¡Salve, favorecida!” Primero, consideren quién le está saludando así: un ángel. Tendemos a pensar en los ángeles como seres pacíficos, delicados y parecidos a los humanos, pero olvidamos lo increíblemente poderosos que son los ángeles. En el Evangelio de Mateo, cuando el ángel descendió del cielo para remover la piedra de la tumba de Jesús, hubo un terremoto y la aparición del ángel se describe como “como el relámpago” (Mateo 28,3). Zacarías ve a Gabriel, el mismo ángel que se le apareció a María, y “quedó desconcertado y tuvo miedo” (Lucas 1,12).
Ahora, consideremos el saludo que usa este poderoso ser de otro mundo: “¡Salve, favorecida!” No se usa “salve” con cualquiera, solamente con la realeza. Así que María es la realeza, que es el más alto en honor en el sentido humano, y también favorecida por Dios, que es el más alto en honor en el sentido espiritual. Un ángel ha venido directamente a ella y le ha dado este título. Ella debe ser la humana más importante de la tierra. Pero para concebir a Jesús dentro de su vientre, le tenía que pasar algo más: el poder del Altísimo la tenía que cubrir con su sombra. Así como María concibió a Jesús dentro de su vientre, nosotros debemos concebir a Jesús dentro de nuestro corazón, pero la única forma de hacerlo es permitir que el Altísimo nos cubra con su sombra.
María es el modelo de humildad para nosotros. Acaba de recibir un título tan importante como el del rey David y, sin embargo, no escuchamos nada de las grandes hazañas de María. De hecho, sabemos poco sobre María de las Escrituras. La mayor parte de lo que sabemos de María proviene de la Sagrada Tradición. Fue más que suficiente para María, y es más que suficiente para nosotros, ser reconocidos solo por Dios.
¿Podemos ser tan humildes? ¿Estamos satisfechos si el único que conoce nuestras grandes hazañas es Dios? ¿O buscamos honor en otra parte y sentimos la necesidad de ser reconocidos por otros? Si adoramos y honramos a Dios en nuestra vida, y Él elige bendecirnos como el Rey David para que nuestro nombre sea conocido, ¿nos detenemos al final del día y devolvemos toda esa gloria y honor a Dios? Todo lo que tenemos, todo lo que hemos hecho y todo lo que somos es de Dios. Entonces, seamos humildes y permitamos que Él nos cubra con su sombra para que podamos ser llenos más plenamente de su Espíritu Santo.
Además, también puede encontrar reflexiones en inglés en video de la USCCB sobre las lecturas aquí: http://www.usccb.org/bible/reflections/.
Tomen un período de silencio para reflexionar sobre la Palabra de Dios. A lo mejor les gustaría hacer las siguientes preguntas:
¿Qué palabra o frase toca su corazón?
¿Cómo pueden aplicar este mensaje a su vida diaria?
Oración de los fieles
Líder: Demos gloria al gran Dios, presentando nuestras necesidades con confianza.
Ustedes o los miembros de su familia pueden ser invitados a decir sus intercesiones en voz alta, a lo que todos responden: “Señor, escucha nuestra oración”. Sería bueno incluir una oración por el fin de la pandemia del coronavirus y un regreso a la Eucaristía dominical pública.
Líder: Dios de infinita misericordia, escucha las oraciones de tu pueblo, que alaba todas las cosas buenas que vienen de ti, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Respuesta: Amén.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío,
que estás real y verdaderamente presente
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo, en este momento, recibirte sacramentalmente,
más ya que no puedo
hacerlo sacramentalmente,
ven, por lo menos, espiritualmente a mi corazón.
Te abrazo como si ya estuvieras ahí, y me uno completamente a ti.
No permitas que me separe de tí. Amén.
Acto de Acción de Gracias
Hagan una oración de acción de gracias. Esta puede ser su propia oración personal de acción de gracias, un cántico de alabanza de las Escrituras, o pueden elegir uno de los siguientes Salmos: Salmo 100; Salmo 113; Salmo 118, 1-4. 19-29; Salmo 136; Salmo 150
Rito de conclusión
En solidaridad con nuestra diócesis, aquí podrían incluir la oración del Papa Francisco a María por la protección contra el coronavirus encontrada al comienzo del Suplemento de Oración de la Diócesis de Owensboro.
Líder: El Señor nos bendiga, y nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
Todos se persignan con la señal de la cruz.
Respuesta: Amén.
Como una opción aquí, podrían agregar “Démonos un signo de la paz” extendiendo un signo de la paz de Cristo a sus seres queridos mediante un abrazo, un beso o lo que sea más apropiado para su situación.
Himno
Santa María del Camino
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Mientras recorres la vida
tú nunca solo estás,
contigo por el camino
Santa María va.
Ven con nosotros a caminar
Santa María, ven.
Aunque te digan algunos
que nada puede cambiar,
lucha por un mundo nuevo,
lucha por la verdad.
Aunque parezcan tus pasos
inútil caminar,
tú vas haciendo caminos
otros los seguirán.
Juan A. Espinosa, ℗ 2011 OCP. Usado con permiso.
Extractos de la traducción al español del Misal Romano, tercera edición © 2014, USCCB – Conferencia Episcopal Mexicana. Todos los derechos reservados.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Usado con permiso. Traducido por Patti Gutiérrez. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este texto puede reproducirse por ningún medio sin permiso por escrito del propietario de los derechos de autor.